jueves, 21 de febrero de 2008

Segunda audiencia – jueves 21 de febrero de 2008

Durante la segunda jornada del juicio que acusa a Osvaldo Arturo Rivas, María Cristina Gómez Pinto y al militar retirado Enrique José Berthier por la apropiación de María Eugenia Sampallo Barragán se inició la rueda de testigos. Allí la misma María Eugenia fue convocada en calidad de primera testigo.
Antes de prestar juramento, el juez comenzó con los habituales procedimientos y, entre otras cosas, quiso saber su lugar y fecha de nacimiento: “no lo sé", respondió Eugenia. Con lo que el presidente del tribunal debió reformular la pregunta y pedirle los datos que figuran en su Documento Nacional de Identidad. María Eugenia, luego de recuperar su identidad, sólo pudo reconstruir que nació a fines de enero o principios de febrero de 1977 durante el cautiverio de su madre, tal vez en el Hospital Militar.
La fiscalía
A continuación la fiscalía preguntó a María Eugenia cómo fue el momento en que se enteró de que no era hija de Gómez y Rivas, y a partir de ahí la joven comenzó un minucioso y conmovedor relato, que duró algo más de dos horas.
La primera versión sobre su origen la tuvo en los primeros años de primaria " en 1985, 86". Nelly López, una amiga de los Rivas- Gómez (que se la presentaban como psicóloga y docente) la llevó su cuarto de entonces y le explicó que sus padres biológicos habían tenido un accidente al que ella había sobrevivido, y que los Rivas se habían hecho cargo y habían decidido adoptarla. “No lo recuerdo como algo triste, pero sí recuerdo que en ese momento quise saber quienes eran mis padres”.
La segunda versión no recuerda si fue de boca de Gómez, de Rivas, o de los dos, pero decía que María Eugenia era hija de una empleada doméstica que había trabajado en la casa de los padres de Rivas, y que por cuestiones económicas no había podido criarla y por eso ellos habían decidido adoptarla. Esto llamó la atención a María Eugenia ya que "nada tenía que ver con la primera versión y además la casa de los padres de Rivas tenía poco espacio como para tener viviendo con ellos a una empleada".
Para ese entonces María Eugenia vivía con Gómez, Rivas y la mamá de Gómez. Luego, la madre de Gómez enfermó y el matrimonio comenzó a deteriorarse. Gómez y Rivas discutían con frecuencia, Gómez también solía reprender a Eugenia para descargarse hasta que, en 1988 se separaron. Entonces Eugenia quedó viviendo con Gómez en terribles condiciones, ya que la mujer estaba alterada, no trabajaba, Rivas no le pasaba dinero y solía descargarse con la niña. En estas ocasiones también solía reprocharle que era una desagradecida por “todo” lo que Rivas y ella le habían brindado: “comida y alojamiento”, ironizó Eugenia durante el testimonio.
En esta época surgieron otras cuantas versiones sobre su origen, por lo general cuando la mujer entraba en ira: que era hija de una azafata extranjera que la había concebido extramatrimonialmente, entre otras. Pero una de las versiones que más empezó a cerrar a Eugenia fue la que señalaba a José Berthier (amigo del matrimonio) como quien la habría entregado. Gómez le dijo que Berthier un día los llamó para avisarles que había una niña abandonada en el Hospital Militar, porque sabía que ellos querían tener hijos y no podían. Con Berthier entraba a escena un nombre y apellido “algo real”.
Tiempo después -en 1989- Eugenia recuerda que se presentaron unas mujeres en la casa y que Gómez la obligó a irse a lo de una vecina. Al regresar, le explicó que se trataba de unas viejas que la querían sacar de su lado. Eugenia cree que esto ocurrió en alguna otra oportunidad y hoy sabe que esas “viejas” eran las “Abuelas de Plaza de Mayo”, que habían recibido denuncias sobre su paradero. Al poco tiempo Eugenia debió sacarse sangre en el Hospital Durand, pero su resultado del examen de histocompatibilidad no incluyó con el de ninguna familia de desaparecidos, puesto que se trataba de un análisis menos preciso que el de ADN.
Eugenia continuo viviendo en lo de Gómez hasta que las escenas de violencia comenzaron a repetirse cada vez con más frecuencia e intensidad y Eugenia decidió acudir a Rivas para mudarse a vivir con él. Rivas en ese momento se encontraba viviendo con una nueva pareja, Alicia Nora González (y sus dos hijas). Al principio Rivas se negó “porque no quería que le causara problemas”, pero Eugenia insistió y el hombre terminó aceptando.
Eugenia vivía como una visita no deseada, con lo puesto, y todas sus pertenencias habían sido embolsadas y llevadas al lavadero de la casa. La joven explicó que en ese momento se sentía bastante sola, porque al menos en lo de Gómez podía refugiarse en lo de los vecinos. Así la niña se acercó a unas tías de Rivas que vivían cerca y comenzó a pasar gran parte del tiempo allí. Fue en lo de estas mujeres que una tarde recibió el llamado de otra amiga de Gómez (Liliana Beatriz Ghibaudi) que le decía que se fuera a veranear con ella a Funes. Eugenia se sorprendió por lo precipitado de la propuesta y le explicó que debía recoger algunas cosas de lo de Rivas, pero Liliana le dijo que no hacía falta y que fuera a lo de Gómez por donde la pasaría a buscar. Al llegar a lo de Gómez vio que las bolsas con sus pertenencias estaban ahí y entendió que Rivas no quería que viviera más con él. Eugenia estuvo un mes y medio en Funes y cuando volvió, a pesar de la disconformidad de Gómez, se quedó viviendo allí. Corría el año1990, la situación no era buena, pero la ira de Gómez se aplacaba con la presencia de los nuevos habitantes de la casa: Luisa Melgarejo (otra amiga de Cristina Gómez) y sus hijos se habían mudado a vivir con ellas.
El siguiente recuerdo que Eugenia tiene vinculado con la búsqueda de su origen es de 1991, con una visita imprevista de Berthier a la casa. Gómez no estaba, por lo que Eugenia no lo hizo pasar y esto derivó en un comentario de Melgarejo que la hizo pensar. “Vos no lo hiciste pasar porque no te querés enfrentar a lo que él sabe”, “o algo así”, recuerda Eugenia. Desde entonces esperó una nueva visita de Berthier para hacerle las preguntas correspondientes. El encuentro se concretó en 1994, el militar fue a visitar a Gómez y al final Eugenia lo acompañó para preguntarle qué sabía sobre su llegada a los brazos de Rivas y Gómez. Pero no le dijo más de lo que ella ya sabía.
En 1997 los Melgarejo se fueron de la casa de Gómez y la violencia ejercida por la apropiadora nuevamente se incrementó, así fue que Eugenia a finales de ese año se fue de la casa. Ella ya estaba estudiando en la universidad y trabajando.
La querella
A esta altura de la audiencia Eugenia finalizó contó el relato y entonces el abogado querellante, Tomás Ojea Quintana, hizo algunas otras preguntas para completar: cómo llegó a la CONADI, cómo conoció a su familia materna y paterna, para conocer algunos otros detalles.
Eugenia contó que en el año 1999 volvió a buscar fotos de su infancia y a preguntarle a Gómez cómo había llegado a sus manos. Pero la charla –como de costumbre- terminó en discusión y Gómez concluyó diciéndole que fuera a buscar a su famita al programa televisivo “gente que busca gente”. Por suerte Eugenia no se rindió y con ayuda amigos y amigas, en el 2000, resolvió volver a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), allí contó su historia, se realizó los exámenes de ADN -tecnología más avanzada que permite saber el parentesco sin necesidad de que esté la sangre de la rama paterna- y así se enteró de que su familia materna era la Barragán. Más tarde, la CONADI logró localizar a los Sampallo y allí sí la ciencia le confirmó que era Maria Eugenia Samapallo Barragán. Sólo entonces, a los 23 años, pudo encontrarse con la familia que la buscaba desde antes de nacer en el cautiverio de su madre, y desligarse de quienes la robaron y trataron como un objeto desde el momento que la tuvieron en sus manos.
También, a pedido del abogado que la representa, Eugenia explicó cómo logró terminar sus estudios en aquellas condiciones económicas y sociales adversas. “Una maestra me sugirió que me inscribiera en una especie de concurso con el que se obtendría una beca”. Por lo que el secundario lo hizo con ayuda de ese concurso que ganó, por mérito propio, en séptimo grado luego de rendir un examen entre mejores alumnos de la ciudad. El premio era una beca anual para todos los años de secundario en una escuela estatal.
Después de escuchar a Eugenia no quedaron dudas del ocultamiento deliberado que Rivas y Gómez hicieron sobre su origen; además del descuido y maltrato permanentes que sufrió Eugenia durante su infancia y adolescencia, mientras que su familia la reclamaba.
Eugenia se mantuvo entera durante todo el relato, demostrando su fortaleza. La sala estaba llena y de los imputados sólo Rivas asistió a la audiencia. Cuando la joven terminó de testificar y el recinto estalló en aplausos, decenas de representantes de organismos de Derechos Humanos, familiares, nietos, hijos y amigos la habían ido a apoyar en esta jornada tan especial.